martes, 10 de abril de 2007

Una Defensa de la Lectura

La Hora 25 de C. Virgil Gheourghiu es la novela que recuerdo con mayor fuerza, con la que me sumergí, como menciona Birkerts en el ensayo “La Mujer en el Jardín”[1], con mayor dedicación y empeño. El rostro pálido, así lo imagino aún, de Iohan Moritz enla portada de una revista vistiendo el uniforme de las SS y el de su esposa Suzana después de 11 años de no verle, están grabados en mi cabeza como una impresión imborrable de las ironías de la guerra. Estoy, ahora, más convencido de la importancia de la lectura como oficio, pero no por la obligación de leer, mas sí por el amor y el agrado por hacerlo, Nunca disfruté, excepción hecha de contadas joyas, de los libros propuestos, obligados, en el colegio, ni en el bachillerato ni en la primaria me ofrecieron una lectura apropiada para mi edad ni mis intereses particulares y, a todas estas, ¿por qué todos leíamos los mismos libros? ¿Qué hay de malo en que cada quien escoja su autor, su novela, el texto que más le llame la atención y, sobre él, vuelque todas sus energías? ¿Por qué la obligación de leer? Si es justamente así como se logra, gradualmente, la falta de entusiasmo y motivación hacia la lectura.

Mi estímulo y la preocupación que mueve este ensayo es el cómo de la lectura. Entendiendo lectura como la gratificante actividad con la que nos adentramos en una historia y nos dejamos conducir por el autor a través de ideas, diálogos y pensamientos ¿cómo lograr que, justamente, eso ocurra con la mayor fluidez posible en quienes hoy tienen a la mano múltiples medios para pasar el tiempo y entretenerse? ¿Cómo motivar a quien no lee para que lo haga? ¿Cómo y cuales libros es recomendable aconsejar a quien aún no ha encendido su pasión por la lectura? ¿Cómo enseñar a amar la lectura?

Tomaré como ejemplo a mi padre, ávido lector en su juventud, hoy ya no tanto, tuvo siempre a la mano los referentes necesarios para inducirme a leer y, luego, por consecuencia lógica arrastrarme hacia la experimentación y la búsqueda de nuevos caudales literarios. Cualquier pregunta que yo le formulaba me remitía a algún autor y a un texto particular. Suerte contar con un padre así, dirán algunos, pero somos 4 hermanos y soy el único verdadero lector en la familia. Entonces, supongo ahora, hay algo más, algo que induce y tira de nosotros hacia la lectura fuera de los referentes propuestos. Hay algo más.

Fue justamente mi padre quien, después de consultarlo sobre el holocausto, me recomendó “La Hora 25”. Aún cuando el tema central de esta no es el exterminio Semita si me abrió una serie de interrogantes respecto a las motivaciones del ser humano que pueden llevar a cometer ese y otro tipo de infamias. Listo – le dije – muy bueno el libro, ¿qué mas hay por ahí? Steiner con Treblinka fue el siguiente escalón, más frio y desgarrador, más descriptivo y cruel. No es posible, me repetía, no es posible. Milá 18 de León Uris y la historia de la rebelión del Gueto de Varsovia abrió una ventana de esperanza a las atrocidades que iba encontrando, pero el mismo Uris la cerró con Éxodo. De la novela histórica salté, por obvias razones, a la historia pura y, durante algunos años, me enfrasqué en conocer las causas y consecuencias de la segunda guerra mundial, esa fue mi motivación inicial: la guerra.

Entonces ese algo más es la motivación. Motivación basada en intereses particulares y gustos propios, y mi padre los conocía, al menos los míos.

Después del primer impulso el interés por la lectura en general se hizo más grande y de Gheorghiu pasé a Grisham y a Clancy con la novela de ficción, a Rice y sus vampiros, le Carré, de la Iglesia, Papini y así con muchos otros. Decidí luego devolverme a los clásicos, años después haría lo mismo con el cine: conocí primero a Burton, luego a Wenders después a Griffith, en búsqueda de nuevos argumentos y propuestas encontré en “Crimen y Castigo” al más grande, Dostoievski me reveló la naturaleza humana con Raskólnikov, el estudiante: “…lo de la vieja es una metedera de pata, de acuerdo, pero el meollo del asunto no está en ella…¡No es un ser humano lo que yo he asesinado, sino un principio! He asesinado un principio”[2]
Más Tarde Dumas, Stendhal, Dickens, Kafka, Mann, Borges, Steinbeck, Dos Passos, Rousseau fueron surgiendo ante mí y, aún hoy, siento ansiedad al pensar en lo mucho que no he leído, en lo que quiero leer y el poco tiempo que tengo para hacerlo.

Sven Birkerts plantea adicionalmente la necesidad de la lectura en un mundo lleno de objetos y cosas que por su función o la necesidad de esta ayudan al desenfreno y la velocidad del ritmo de vida actual. La necesidad de una lectura intensiva y extensiva, profunda y amplia, leer mucho y leer bien. Pero no basta con decirlo, hay que hacerlo, es indispensable referir y motivar hacia la lectura a quien o quienes aún no la han convertido en su mecanismo de escape, fuente de fantasías y sustrato filosófico.

Es vital, entonces, motivar y guiar hacia la lectura, la buena lectura, encontrar, como cantara Bunburi “la chispa adecuada” que active el deleite por los libros, cualquiera que estos sean.


[1] Birkerts, Sven. Elegía a Gutenberg., el futuro de la lectura en la era electrónica. Ed. Alianza Literaria. 1994
[2] Dostoievski, Fedor. Crimen y Castigo. Ed. Oveja Negra - 1983

miércoles, 4 de abril de 2007

Post de Bienvenida

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